sábado, 16 de agosto de 2014

Sobre la inflación, deflación y otras cosas.



En el post anterior me referí al indicador que mayor conexión presenta con el bienestar de los miembros de una economía, a saber, el desempleo. En este artículo voy a comentar otro de los indicadores que asimismo se vinculan con el nivel de desempeño económico, y con el bienestar de sus participantes; el IPC.

De hecho el economista Arthur Okun ideó un estadístico conformado por la suma de la tasa de desempleo y la tasa de inflación, con la pretensión de resumir el desempeño económico de un país, conocido como Misery index. Obviamente hay muchos más indicadores para pulsar la situación económica, a los que iremos haciendo referencia en artículos posteriores. Asimismo como apunta mi compañero Ramón Morata, y defiende tanto desde sus blogs como mediante sus comentarios, hay que replantearse seriamente el modelo de crecimiento, dado que el actual es claramente insostenible.

Para ello es necesario reformular los objetivos a alcanzar, por ejemplo uno de los indicadores que ocupa un lugar preeminente tanto entre políticos, académicos y medios de comunicación, consiste en lograr una tasa de crecimiento del PIB en torno al crecimiento potencial, y conseguir que este último sea lo más elevado posible, esto es claramente insostenible, por lo que hayque desarrollar medidas alternativas al PIB convencional, y que se arroguen el suficiente nivel de consenso para sustituirlo.

Volviendo al tema central de este artículo vamos a partir de ahora, a centrarnos en el análisis de los precios en este último mes de febrero, así como en diferentes conceptos básicos relacionados.

En concreto el Índice De Precios al Consumo (IPC) en febrero en comparación con el de enero se ha mantenido constante, conocida como variación intermensual. En términos interanuales el incremento del IPC ha sido del 0,7%, cayendo desde el 0,8% del mes anterior. En relación a la inflación subyacente (aquella que no tiene en cuenta los precios de la energía ni los alimentos no elaborados) se sitúa en el 1,6%, lo que supone una caída de 0,4 puntos porcentuales respecto al mes anterior.


Antes de comentar los datos de la inflación, me gustaría precisar el significado de algunos conceptos relacionados con los precios que se aplican muchas veces de forma errónea.

Inflación: los precios en promedio suben, lo que no significa que todos aumenten, algunos es posible que bajen, pero en promedio se incrementan.

Deflación: los precios en promedio bajan, igualmente no significa que todos bajen sino que en promedio la media (ponderada) da como resultado un descenso.

Desinflación: los precios en promedio suben pero lo hacen a unos ritmos inferiores, es decir la tasa de inflación disminuye.

Hiperinflación: los precios en promedio aumentan a una tasa muy elevada. Cuantitativamente la definición que se suele utilizar es la que la establece como una inflación superior al 100% o según Phillip Cagan superior a 50% al mes.

No confundir las variaciones del IPC con las de la inflación. El IPC es el índice medio de los precios al consumo, calculándose a partir de su tasa de variación la tasa de inflación. Un error relativamente común entre los comentaristas no economistas, es en un proceso desinflacionario como el actual, en el que la tasa de inflación disminuye, afirmar que lo que disminuye es el IPC (en lugar de la inflación), recordemos que el IPC mide el nivel medio de los precios, por lo que siempre que exista inflación, el IPC aumentará.

Asimismo también es posible encontrarse con afirmaciones que sostienen que al caer la inflación significa que los precios disminuyen, en este caso el error es notablemente más palmario, ya que obviamente si la inflación disminuye (es decir existe desinflación) no significa, como hemos comentado en los párrafos precedentes, que los precios caigan, sino que se incrementan en menor medida.

Para finalizar este apartado descriptivo sobre la inflación, me gustaría que su epílogo versara sobre un error no conceptual, sino de dicción. Muchos comentaristas, presentadores de telediarios e incluso reputados economistas, pronuncian inflacción con dos “ces” en lugar de la correcta inflación, recordemos, inflación lleva una sola “c” y por tanto en su prosodia se pronuncia obviamente con una sola “c” también.

El quehacer de las ciencias naturales y sociales de forma informal y a efectos expositivos lo podemos agrupar en una parte descriptiva, otra explicativa o analítica, y por último una predictiva o prospectiva. Hasta ahora nos hemos centrado en la primera de ellas. En los párrafos subsiguientes proseguiremos con las siguientes partes, y emulando parcialmente el método mayestático de Sócrates discurriremos por ellas mediante la respuesta a las siguientes preguntas:

¿Por qué la inflación se ha reducido de forma tan abrupta?

El proceso desinflacionario es debido a los siguientes factores:

1.-Caída de la demanda agregada, motivada por la disminución del consumo y la inversión.

2.-Desplome del precio del crudo, que ha pasado de los 147 dólares de julio a los 48 actuales. También quiero recalcar que España, se ve afectada en mayor medida que la mayoría de los países del euro por las variaciones en el precio del crudo por los siguientes motivos: a) La mayor dependencia energética, con una importación de energía que alcanza el 80% del consumo total, contabilizando las importaciones de crudo un porcentaje significativo del total. b) El menor peso que suponen los impuestos indirectos de tasa fija, conocidos como impuestos especiales sobre los hidrocarburos sobre la gasolina (son impuestos que se calculan sobre el volumen de barriles y no sobre el precio del crudo) en España respecto a la media de los países euro, lo que implica que variaciones en el precio del crudo, impacten sobre el precio final de la gasolina en mayor medida.

¿Es posible que lleguemos a un escenario deflacionista?

Lo primero que hay que recalcar es que la deflación implica caídas persistentes en la tasa de variación interanual de un índice de precios (normalmente el IPC), por lo tanto una caída de unos pocos meses no se puede catalogar como un proceso deflacionario.

Probablemente en los próximos meses y en especial en verano, siempre que el precio del crudo no se incremente de forma significativa, veremos tasas de variación de los precios negativas, debido al conocido como efecto base, ya que estaremos comparando mediante la tasa de variación interanual los precios en los meses de verano, en los que el precio del crudo alcanzó máximos, con los precios de los meses de este verano 2009 en los que el precio de crudo será mucho más reducido.

Recalquemos que esto no significa que nos encontremos inmersos en un proceso deflacionario, de hecho la inflación subyacente (aquella que excluye el precio del crudo y alimentos frescos), probablemente no visitará valores negativos.

En mi opinión y debido a las elevadas rigideces a la baja en los precios, tanto en los mercados de bienes como de factores, es altamente improbable que nos enfrentemos a un escenario deflacionista, a no ser, que la recesión empeore de forma muy significativa, posibilidad no descartable, aunque no es el escenario que se baraja en la actualidad.

En opinión de Krugman que estuvo la semana pasada en España, dado que no podemos recurrir a las seculares depreciaciones para restablecer nuestra competitividad, la única solución para reajustar la economía y reducir el insostenible déficit por cuenta corriente del 10% de PIB (lo que significa que los extranjeros nos tienen que prestar 100.000 millones de euros para financiar nuestro consumo e inversión), pasa por una reducción de los precios en relación con la UEM. Como comento más abajo el ajuste se está haciendo principalmente vía cantidades y no precios.

¿Cuáles son las consecuencias de la deflación?

El consenso actual sostiene que lo ideal para el buen funcionamiento de la economía, es la existencia de incrementos moderados en los precios, en torno al 2% anual. Inflaciones más elevadas son perniciosas. Asimismo la deflación es considerada como negativa, no obstante me gustaría distinguir entre dos fuentes generadoras de la deflación, en función de cual sea el origen, la valoración en cuanto a la bondad de la misma difiere ostensiblemente. Aunque los periódicos y comentaristas soslayan esta diferenciación, me parece pertinente al objeto de contextualizar y entender correctamente el fenómeno que estamos analizando. Podemos pensar que la inflación es como el colesterol, la hay buena y mala.

Deflación “buena” o de oferta:

En este caso la reducción de los precios es causada por un incremento de la oferta agregada, motivada asimismo por ejemplo, por mejoras tecnológicas. Es buena en el sentido de que las mejoras tecnológicas aumentan la oferta, permitiendo vender más productos y/o de mejor calidad, por menores precios, incrementándose los beneficios empresariales. De igual forma al incrementarse la productividad del trabajo se incrementa su demanda y se reducen los costes laborales unitarios, aumentando la capacidad de compra de los salarios, tanto por la posibilidad de aumentarlos, como por la caída de los precios.

El escenario más parecido en la historia reciente, lo tenemos en la década de los noventa con la difusión de las TIC (tecnologías de la información y comunicación), lo que supuso tasas de crecimiento de la productividad elevadas y precios muy contenidos, especialmente es EEUU, posteriormente, se ha demostrado que parte de la euforia y expectativas, en la conocida como nueva economía fueron infundadas, terminando abruptamente con la explosión de la burbuja de las .com en el 2001.


Deflación “mala” o de demanda:

La deflación tiene su origen en un desplome de la demanda agregada, siendo este el escenario actual. Los precios bajan no por que sea más barato producirlos, sino por que no hay demanda suficiente y la única manera que tienen los vendedores de darles salida es reduciendo los precios.

Es negativa por las siguientes causas:

-Desincentiva el consumo, ya que el consumidor retrasará las compras a la espera de que el bien baje más de precio.

-El conocido como efecto Fisher, por ser este economista el primero que lo planteó. Con la deflación se produce una redistribución de la riqueza de los deudores a los acreedores, ya que la deuda de los primeros se incrementa en términos reales. El impacto sobre el consumo dependerá de la propensión a consumir relativa de deudores y acreedores, y de la importancia de cada uno de los colectivos en la economía analizada. En el caso de España, con una inversión en los últimos años superior al ahorro, lo que implica un déficit por cuenta corriente en torno al 10% del PIB. La deuda con el extranjero contabiliza más de 900.000 millones de euros, por lo que una deflación incrementaría la deuda real, desincentivando el consumo.

-El tipo de interés real es igual al tipo de interés nominal menos la tasa de inflación, por lo tanto una caída de los precios significa un incremento del tipo de interés real, lo que desincentiva la inversión y el consumo de bienes para los que se apela al crédito.

Estos dos últimos efectos se producen también cuando lo que prevalece es la inflación.

-Costes de menú: son los costes generados al cambiar los precios de los productos.

-Menor eficiencia en la asignación de recursos, ya que los agentes debido a la inexistencia de información perfecta, cofunden en algunos casos variaciones en los precios absolutos (causados por la deflación), con cambios en los precios relativos (que son las únicas variaciones que son significativas a la hora de modificar las decisiones de producción y consumo).

Para finalizar me gustaría significar que aunque de forma coyuntural, la atención se centra en la caída de los precios, España presenta un claro problema de diferencial de inflación con la UEM (Unión Económica y Monetaria). Las causas y posibles soluciones al mismo lo trataré en otro post, pero tan sólo anticipar que tienen que ver con las rigideces en los mercados de bienes y factores. Mercado energético, de distribución, servicios y laboral muy rígidos. Para abordar estos problemas hay que aplicar las tan manidas reformas estructurales.

Algunos afirman que no es el momento de abordarlas, perorecordemos que el elevado nivel de destrucción de empleo, está motivado fundamentalmente por la estructura del mercado laboral, y la rigidez de los salarios a la baja. Si los salarios no se ajustan a la menor demanda reduciendo su cuantía, se ajustará vía cantidades, que es lo que está ocurriendo. De ahí, que si es preceptivo acometer las reformas estructurales de los mercados de bienes y factores, o en caso contrario, la destrucción de empleo será mucho más dramática.

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