sábado, 13 de septiembre de 2014

HOSTOS ENTRE NOSOTROS

Por ANDRÉS L. MATEO
amateo[@]adm.unapec.edu.do




Cuando Eugenio Maria de Hostos llegó al país, la sociedad dominicana vivía un entramado estructural de difícil definición. El urbanismo tenía una pujante presencia, porque habíamos logrado estructurar una ciudad de dimensiones muy modestas, pero de una intensa vida cultural. Pese a que mayoritariamente era un país rural. Aun así, el propio Hostos quedó asombrado de las numerosas organizaciones culturales que encontró, y no perdía oportunidad de alabar la atmósfera de franca circulación de las ideas.

Pero esa era la epidermis de la realidad.

En poco tiempo el maestro puertorriqueño se verá enfrentado al verdadero estado de la situación, y descubrirá que, además de la necesidad de ampliar y consolidar las libertades públicas, estaba pendiente, en el campo de las ideas, la derrota del escolasticismo.

Hostos llegó al país en el mes de mayo del año 1875, al amparo del espíritu liberal del general Gregorio Luperón, e inició esa primera etapa puertoplateña que se suele olvidar, caracterizada por su lucha rabiosa a favor de la libertad de expresión. Es célebre su enfrentamiento con el gobierno del general Ignacio María González, quien había prohibido la circulación del periódico Las dos Antillas, presionado por las autoridades consulares de España. Esa batalla constituye el primer escalón del inmenso prestigio de Hostos en nuestro país, y marca el inicio de su carrera magisterial. Es curioso que esta etapa inicial de las ideas de Hostos en nuestro país no haya sido estudiada en profundidad, y aunque es claro que la razón es el predominio de su obra pedagógica, no es menos cierto, como veremos, que una y otra etapa son complementarias.

La segunda etapa del hostosianismo arranca en marzo de 1879, con el inicio de la tarea de fundar las Escuelas Normales. El normalismo era una necesidad sentida del pensamiento pedagógico dominicano, pero con el ingrediente del positivismo filosófico se convertía en un material explosivo. ¿Qué era lo que traía el hostosianismo , en las condiciones del desarrollo económico y social de la República Dominicana del 1880? Es común pensar que únicamente el nuevo método de enseñanza se oponía al predominio de la educación escolástica y a la religión, proclamando el laicismo; pero Hostos siempre aclaró que, en lo que respecta a su visión del problema, las escuelas normales fundadas por él concebían su misión más allá de los objetivos meramente pedagógicos (y cito a Hostos): “Porque era más necesario formar hombres que maestros”.

Antes de entrar en lo que verdaderamente desplegó Eugenio María de Hostos en nuestro país, quisiera aclarar que aunque el positivismo hostosiano tenía el componente del krausismo, el predominio de la razón en sus ideas es absoluto. Bastaría leer el libro de Manuel Maldonado Denis “El krausismo y su influencia en América Latina”, del año 1989; o el más reciente de Rafael Aragunde “Hostos ideólogo inofensivo, Moralista problemático”, de 1998, para darse cuenta de que todas las frustraciones del hostosianismo son un encontronazo de la razón concebida en el sentido de la moral kantiana, con el pragmatismo político de la época que le tocó vivir. Para Eugenio María de Hostos el comportamiento humano descansa sobre dos pilares: lo que en el orden natural se expresa, por una parte; y por la otra, lo que la razón humana dicta para hacernos inducir un ordenamiento natural para la convivencia. Razón y moral serán, por lo tanto, los fundamentos naturales de la vida, para él. De ahí, el énfasis en la educación como un elemento liberador del ser humano; y la moral como (cito de nuevo a Hostos:) “un principio universal de acción que nos obliga a cumplir constantemente con el deber de realizar del modo más racional y concienzudo los fines todos de nuestra naturaleza humana”.

Empinándonos en esa constante del pensamiento de Eugenio María de Hostos podríamos afirmar que son dos los componentes básicos de la herencia hostosiana. Primero, la ruptura con el escolasticismo. Y segundo, una concepción activa de la libertad. El segundo de estos dos aportes lo descubre en la primera etapa puertoplateña de su estancia en nuestro país; el primero brota de sus ideas transformadoras de la educación, y de sus propuestas metodológicas educativas abiertamente enfrentadas a la práctica del escolasticismo. Se dice fácil ahora pero poco más de un siglo atrás la raquítica organización educativa dominicana le era muy difícil deshacerse de la influencia escolástica. El memorismo, la subordinación de la razón, el desprecio a la comprobación, al experimento; la sobreimposición de la fe por encima de la ciencia , incluso hasta la astronomía que veía la tierra como el centro del sistema, siguiendo la escuela de ptolomeo. Todo protegido, salvaguardado por el poder de la iglesia, que tenía el monopolio de la educación, y que lo enfrentó sin piedad.

En la pedagogía de Hostos hay un concepto de la libertad que saltaba sobre el cerco del laicismo. Hemos discutido hasta la saciedad el carácter laico de sus propuestas, pero “formar hombres antes que maestros” indica que de lo que se trataba era que la educación debía formar hombres y mujeres libres, porque el carácter eminentemente moral y racional del normalismo no podía sino concebir la libertad como atributo natural del ser. Y la mejor demostración de ello es el hecho de que el pensamiento hostosiano se enfrentó a dos dictaduras. Ulises Heureaux gobernó durante la última etapa del normalismo, y expresó con toda franqueza su desagrado por la hegemonía de las ideas hostosiana. Son abundantes las referencias de Hostos a la asfixia económica a que estaba sometida su escuela, durante la dictadura de Lilís. Sus quejas forman parte de la amarga antología de sus decepciones.Y Ulises Hereaux, por su parte, tras la renuncia de Hostos para marcharse a Sur América, no escondía su alegría por quitarse de encima el índice cuestionador de un pensamiento libertario. En su epistolario, cuando sustituye a Hostos por Peña y Reinoso, quien no era seguidor del maestro puertorriqueño; exclamó: “Estoy harto del señor Hostos”. Y lo afirmó como cerrando ese capítulo molestoso de su dominio, esa espinita en el zapato de su poder absoluto.

El trujillismo, a su vez, organizó una encuesta en el 1956, desde las páginas del Diario oficialista “El caribe”; tratando de desmontar la herencia hostosiana y sustituirla por la “escuela trujillista”. En esta encuesta participaron casi todos los intelectuales que daban sustentación teórica al trujillismo, pero se le computa como la gran derrota cultural del régimen, puesto que la gran mayoría de los que opinaron en la misma rehuyeron condenar el pensamiento hostosiano, o hablaron completamente influidos por el pensamiento del maestro puertorriqueño. Esta encuesta era parte de la estrategia política del régimen, urgido de sustituir el laicismo y la influencia racionalista del positivismo de Hostos; puesto que Trujillo había firmado el Concordato con la Santa Sede romana, en el 1954; y el laicismoentraba en contradicción con el espíritu del catolicismo ortodoxo de la escuela trujillista.

A ambas dictaduras sobrevivieron sus propuestas de regeneración social. El hostosianismo era incompatible con la ausencia de libertad, y concebía la educación como un territorio de realización de la ciencia.De Hostos podemos hablar profusamente, y hasta diferir de esa moral circunspecta que su libro “Moral social” nos traduce. Pero fue él quien derrotó el escolasticismo en nuestro país, y fue él quien llevó a la práctica una pedagogía desde la cual era más necesario “formar hombres que maestros”.

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